El origen de la flecha amarilla está íntimamente ligado a Elías Valiña, historiador y párroco de Cebreiro. Cuando Elías, a finales de los años 70 del siglo XX, tuvo más o menos claro, a través de sus estudios, por dónde diablos pasaba el camino medieval, vio llegado el momento de su gran obra. La madre de todas las hazañas consistía en recuperar el camino. ¿Cómo nació la flecha amarilla?
Partió a Roncesvalles con una pequeña tropa de voluntarios armados con machetes y con la ilusión de trazar un camino de 800 km que los llevaría hasta Santiago. Pronto don Elías se dio cuenta que, más que abrir trocha, de lo que se trataba realmente era de guiar al caminante en las intersecciones. La señalización era la clave. Sucedió que por esos lares pirenaicos por donde andaban los voluntariosos macheteros de Valiña, andaban también unos obreros reparando carreteras. Don Elías se acercó a pedirles algo de pintura y los obreros le ofrecieron un bote de pintura amarilla, que es el color para señalizar las marcas de carretera provisionales para distinguirlas de las estables, de color blanco.
Don Elías se acercó a pedirles algo de pintura y los obreros le ofrecieron un bote de pintura amarilla
Ahí, un poco más abajo de Roncesvalles, en algún lugar indeterminado y en algún momento indeterminado de esos años setenta, con unos toscos y firmes brochazos, nacía el gran invento del camino de Santiago actual, compañero inseparable del peregrino durante sus largas jornadas andariegas: la flecha amarilla.
Con unos toscos y firmas brochazos, nacía el gran invento del Camino de Santiago actual
Don Elías falleció en 1989 y está enterrado en la iglesia románica de Cebreiro, donde miles de peregrinos pasan cada año a rendirle tributo. Al fin y al cabo, es gracias a él que millones de caminantes se han echado la mochila al hombro en los últimos cincuenta años para caminar hacia Compostela; y es gracias a él que tú en este momento estás leyendo este párrafo y estás haciendo o planificando tu camino.