¿Cuál es la actitud del peregrino?

Existe una clave para que le permitas al camino imprimir en ti esa capacidad transformadora que atesora. Sencillamente, adopta una actitud de peregrino. Desde el primer día que ates la vieira a tu mochila y te pongas a caminar siguiendo las flechas, ten presente que, desde ese momento, eres un peregrino, no un turista. ¿Que cuál es la diferencia?

El turista exige; el peregrino agradece. El turista busca el descanso; el peregrino, el esfuerzo. El turista maximiza e incrementa objetivos; el peregrino minimiza y los reduce. El turista no está disponible; el peregrino tiene tiempo. El turista gasta; el peregrino conserva. El turista corre; el peregrino camina. El turista pasa de largo; el peregrino se detiene. El turista busca el máximo bienestar o el lujo; el peregrino se aloja en lugares humildes. El turista saca fotos continuamente; el peregrino contempla. El turista las cuelga en instragram, porque necesita de la exposición; el peregrino vive sus experiencias interiormente. El turista se lamenta; el peregrino se alegra. El turista se impone; el peregrino respeta. El turista compite; el peregrino colabora. El turista se enerva ante los contratiempos; el peregrino los acepta. El turista a menudo desconfía; el peregrino tiene confianza. El turista acapara; el peregrino comparte. El turista es impaciente; el peregrino, paciente.

No estamos hablando de dos personas distintas, porque cualquiera de nosotros podemos ser, en determinadas situaciones, turistas o peregrinos. No se trata de qué hacemos, sino de adoptar una actitud respetuosa, tolerante, colaboradora y abierta. Ese es el verdadero camino de la transformación.

Es común también la intolerancia entre los peregrinos. Unos se quejan del camino que hacen los demás, y así nacen palabras despectivas como turigrinos, hippygrinos, guirigrinos… cuando la única realidad es que cada uno acude y vive el camino con motivos distintos. Al fin y al cabo, el turista tiene la verdad; el peregrino la busca.

El turista exige; el peregrino agradece. El turista busca el descanso; el peregrino, el esfuerzo. El turista maximiza e incrementa objetivos; el peregrino minimiza y los reduce.

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